Foto propia. Cementerio en Oslo, 2010.

Ocurrió de forma inesperada, como casi todas las muertes. El entorno de la fallecida recibió la noticia con la congoja propia de lo imprevisto, una tristeza que pronto se convirtió en una sorpresa mayúscula para sus miembros: ¿Acaso nunca habían llegado a conocer a la abuela? Dudaban de si los detalles de su vida que desconocían fueron fruto de un secretismo voluntario o de no haberle hecho las preguntas adecuadas en aquellas tardes muertas de verano. En cualquier caso, los teóricos herederos se quedaron de una pieza el enterarse de que la fallecida no les había dejado nada de nada y que, además, ni les sonaba el nombre de la persona que figuraba en el testamento.

Cuando la afortunada recibió la llamada de la familia, las lágrimas de tristeza se le mezclaron con las de la alegría de saber que por fin iba a conocer a las personas de las que tanto había hablado la fallecida en vida. Soñó durante mucho tiempo con conocerlos en la boda de ambas y, al final, le había tocado hacerlo en un bufete de abogados en un ambiente tragicómico. Cuando llegó a la sala, la familia se preguntó atónita qué hacía en el umbral de la puerta la amiga de la infancia de la abuela.

La afortunada les explicó todo: las vueltas que da la vida, la fina línea entre la amistad y el amor, y las idas y venidas de su relación durante años, ante el desconcierto de sus amigos más cercanos y a espaldas de sus respectivas familias. La fallecida amaba profundamente a la afortunada y, sin embargo, siempre se había sentido desdichada; la afortunada, por su parte, se había sentido morir en vida por tener que llevarlo en secreto. Nada tenía sentido para nadie más que para ellas, pero ¿para quién más tendría que tenerlo? Pocos años después, falleció la afortunada, en la más profunda de las dichas, al saber que volverían a reunirse y ser «dos» de nuevo: dos mujeres afortunadas en vida que pasaron a convertirse, simplemente, en dos mujeres fallecidas. Ninguna de las personas que pasean por el cementerio se imaginan, ni de lejos, la historia de amor que se esconde unos metros bajo sus pies.

Acerca de la autora

Merche García

¡Hola! Me llamo Merche, tengo 35 años y este es mi tercer blog. En él, subiré mis escritos con la intención de compartirlos y seguir conociendo a gente interesante en el camino. Como soy una nostálgica, he republicado algunas entradas de mis dos blogs anteriores "Punto y Oporto" (sobre viajes) y "Traducir&Co" (sobre traducción). Mira en el menú superior.

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