Cork, 2020. Foto propia.

“We have plenty of time”, me susurrabas constantemente con esa boca de fresa tuya. Toda la vida por delante. Me lo decías como para que me calmara, porque yo era y soy impulsiva e inquieta. Tú eras más calmada y reflexiva, pero ahora simplemente ya no… eres. Dice tu madre en tu esquela que eras tan terca como una mula o, como suaviza el idioma anglosajón, “as stubborn as a mountain”. Si aquel rasgo era en realidad una técnica de supervivencia daría para un libro entero: el que querías escribir y le has dejado encargado a ella para que lo escriba por ti.

Quiero enviarle un mensaje para darle el pésame, pero tras unos minutos ante la pantalla en blanco venzo la tentación porque sé que en realidad es un impulso egoísta y lo que quiero es escribirte a ti. Pero ya lo hice cuando me enteré de tu cáncer y tú decidiste no contestarme y… bloquearme. No sé qué convirtió lo que tuvimos en una aversión tan grande como para negarme este último adiós. Así que aquí estoy, escribiendo para sacar el dolor antes de que se encalle más hondo. Lloré tu pérdida en vida porque sabría que no saldrías de esta, pero ayer se confirmó que ni la más remota estadística acompañaba tu curación. Me he enterado de tu muerte con un mes de retraso, por Instagram.

Los cementerios son para los vivos, para concentrar en un punto geográfico las palabras no dichas, para despedirnos, para poder alejarnos físicamente de ese punto simbólico cuando ya esté todo dicho. Pero la historia se repite y vuelven a faltarme esas coordenadas. Seguramente tu familia ha decidido que te esfumes en el viento en forma de polvo, como mi amiga Liamar, así que de nuevo dejo que el recuerdo empape todo lo que tocaste, incluida yo, con la esperanza de que el tiempo dote de un nuevo significado a lo que una vez te rodeó.

Te has ido con la cabeza alta, coherente con tus ideales, sin ni siquiera tomar un paracetamol para un cáncer que te devoró extendiéndose del pecho al esternón, la médula, los pulmones… Contabas en tu blog que ya ni podías darte un baño en ese mar irlandés que tanto te gusta, porque se sentía como mil agujas en el cuerpo, ahora que el sistema nervioso se había vuelto loco.

Te fuiste como deseaste cuando te dijeron que ya no había nada que hacer a los 28. Cogiste tu maleta y te fuiste a Jordania y a México, abriste un blog para narrar tu “curación”, esa en la que tan firmemente creías, y contabas que el cáncer solo era un obstáculo en tu camino, que lo superarías con medicina alternativa y dejarías a todos los médicos boquiabiertos. Ya hacia el final el discurso cambió y reiterabas que no tenías miedo a la muerte. A los 30. Decías en tu blog que no querías que el cáncer te definiera y no lo hará. Perseguías los objetivos en lo que creías y por eso te recordarán todos. Yo te recordaré por eso y por las palabras susurradas, despojadas ahora de todo sentido: “We have plenty of time”.

Hasta siempre, Ró.

Acerca de la autora

Merche García

¡Hola! Me llamo Merche, tengo 35 años y este es mi tercer blog. En él, subiré mis escritos con la intención de compartirlos y seguir conociendo a gente interesante en el camino. Como soy una nostálgica, he republicado algunas entradas de mis dos blogs anteriores "Punto y Oporto" (sobre viajes) y "Traducir&Co" (sobre traducción). Mira en el menú superior.

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