
No falla. Desde que empiezo a escribir una entrada hasta que la publico, acabo cambiando el 80 % del contenido. Escribir para mí no consiste en volcar una idea clarísima que tengo en mi mente, sino en poner en orden el revoltijo de pensamientos que no me van a dejar en paz hasta que los plasme en letra. Mágica y abrumadora, esta dependencia de las palabras.
A veces descarto lo que escribo por si es demasiado oscuro. En mis cuadernos podría pasar desapercibido porque ahí no existe el filtro del ojo ajeno, pero siento que aquí podría acabar ahuyentando al personal. Luego pienso en cuánto disfruto al leer la vulnerabilidad de las escritoras a las que sigo y se me pasa. Que salga lo que tenga que salir. En realidad, no tengo más remedio, viendo que los últimos diez borradores son monotemáticos. Ya está: hablemos de la muerte.
La muerte siempre ha ocupado los primeros puestos en mi lista de miedos. Es el mejor ejemplo de incertidumbre que puedo imaginar: ese no saber dónde se esconde y quién será el siguiente de la lista me aterroriza. Con esto quiero decir que yo ya sabía que la muerte estaba, pero en noviembre, la muerte, simplemente, fue. Y se llevó a mi amiga. Decía un profesor mío que estamos programados para superar la muerte siempre y cuando siga «el orden lógico» de la vida: que mueran los mayores antes que los jóvenes. Si ese orden se invierte “por error de la naturaleza”, cortocircuitamos.
Nueve meses dan para crear una vida desde cero, pero ni por asomo son suficientes para empezar a asimilar la ausencia de un ser querido. En este tiempo, ha habido una expresión que antes me pasaba desapercibida y que ahora me provoca escalofríos: la de “tener toda la vida por delante”. Esas palabras cobran un nuevo significado cuando te das cuenta de que, en realidad, tal sentencia no es promesa de una larga existencia. De hecho, “toda la vida” puede ser literalmente 33 años.
Pero si algo me enseñó Liamar es que el cuerpo es sabio. Sé que la parte más dura del duelo pasará y creo que este desahogo forma parte del proceso. Confío en que no siempre creeré escuchar el carraspeo de La Parca a mi lado cada vez que hago planes de futuro; que podré volver a decir “Si no coincidimos en este viaje, en el siguiente seguro” sin sentir una losa en el pecho; que dejaré de sentir escalofríos al marcar una fecha en el calendario por miedo a tener que tacharla sin que se haya producido el encuentro en cuestión; que superaré el miedo a olvidar los matices de su voz y a no poder seguir imaginándomela tan fácilmente dándome los consejos que solo ella sabía dar.
Como Liamar habría querido, me centraré por ahora en lo bueno que estoy aprendiendo: que el hecho de que hoy se parezca a ayer no es monotonía, sino tranquilidad; a tener miedo mientras hago las cosas en vez de dejar de hacerlas por miedo; a aprender a perdonar a quien me ha hecho daño; a tener compasión por todo el mundo; a poner en perspectiva las preocupaciones cotidianas; a que la certeza de la muerte no me paralice sino que me impulse; a escuchar al cuerpo, siempre y por encima de todo. La muerte solo es el punto final para quienes se van. Para los demás forma parte de la vida y que siga doliendo significa, simplemente, que tenemos la suerte de seguir aquí, con toda la vida por delante.
Para recordarla y a modo de homenaje dejo aquí varios enlaces a su conocimiento y labor en vida. Pura inspiración para muchos:
- Instagram profesional: Deslíate
- La alimentación según la Medicina Tradicional China (Blog)
- La alimentación según la Medicina Tradicional China (YouTube)
- La alimentación según la Medicina Tradicional China (Podcast)
- Entrevista como paciente ostomizada
- Afrontar una nueva realidad para el paciente ostomizado
- La valdepeñera Liamar López, ganadora en la semifinal del Concurso “Puente a China”
- Talento granadino que da la nota en mandarín
Qué bonitas palabras, Merche. Y qué detalle el recopilatorio del final. Conocí a Liamar en la universidad y la seguí desde entonces, durante muchos años… Era encantadora y siempre me pareció interesante todo lo que compartía y divulgaba sobre traducción, cultura china o la ostomía. Su pérdida no pudo ser más injusta 😢. Te mando un abrazo y mucho ánimo.
Hola, Rafa:
Tenía pendiente dejar una especie de «resumen» de su legado.
Me alegra mucho que pudieras conocerla (¡qué pequeño es el mundo!), solo así se entiende el vacío que deja una persona como ella.
Un abrazo.